Quizás recuerdes cuando de niño esperabas que tus dientes de leche se cayeran para darle paso a los definitivos. Sin embargo, no todos los dientes logran salir solos. A veces se quedan atrapados bajo la encía o dentro del hueso.
Imagina que tienes un diente escondido, listo para salir… pero nunca lo hace. Esto puede afectar tu sonrisa, la mordida y hasta la salud de tus encías. Muchos pacientes ni siquiera saben que lo tienen hasta que el odontólogo lo detecta en una radiografía.
Estos dientes se conocen como dientes retenidos. Los más comunes son:
- Caninos superiores: suelen quedarse atrapados en el paladar.
- Cordales o muelas del juicio: muchas veces no tienen espacio para erupcionar.
¿Por qué ocurre?
- Falta de espacio en la boca.
- Posición incorrecta del diente.
- Encías demasiado densas o hueso muy compacto.
- Factores genéticos.
Según la American Association of Oral and Maxillofacial Surgeons, cerca del 85% de las muelas del juicio terminan siendo extraídas porque no erupcionan de forma correcta. En el caso de los caninos, estudios publicados en el European Journal of Orthodontics destacan que hasta un 2% de la población presenta retención de estos dientes, siendo más frecuente en mujeres.
El problema no es solo estético: un diente retenido puede empujar a los demás, causar quistes o dañar las raíces vecinas. Por eso, si tu dentista sospecha que tienes un diente sin erupcionar, lo más recomendable es hacer radiografías y decidir el mejor plan de acción.
La buena noticia es que hoy existen tratamientos efectivos:
- Cirugía menor para ayudar a liberar el diente.
- Ortodoncia para guiarlo hasta su posición correcta.
- Extracción, si no es funcional o genera problemas.
Si sospechas que tienes un diente que nunca salió, no lo ignores. Una visita con nosotros puede prevenir complicaciones y ayudarte a mantener tu sonrisa sana y completa.